Autores: Roberto Agustín Ávalos Machado / Óscar Ángel Castro Corces

Notas a la publicación, año 2021

Fachada se escribe con Kitsch
era el título de este artículo que escribimos Roberto Ávalos y Oscar Castro cuando éramos estudiantes (más precisamente: por el tercer – cuarto año de la carrera). No recuerdo cuál era su fin; posiblemente algún certamen o colaboración para alguna publicación.
Hoy cuesta creer cómo operábamos hace tan solo unas décadas: la herramienta de que se disponía era la máquina de escribir, y cada revisión implicaba la necesidad de volver a teclear todo el texto. Por esta causa, contábamos con número escaso de copias; y al menos yo no conservé ninguna, dándolo por perdido. El año pasado, R.A. reencontró una copia que me remitió escaneada; deduzco que esa no es la redacción definitiva, vistas las indicaciones y notas que aparecen manuscritas sobre el texto mecanografiado.
Han pasado más de 30 años, éramos jóvenes, y por añadidura se escribió en un contexto radicalmente diferente al presente. Si hoy me pusiese a revisar el texto, probablemente terminaría introduciendo tantos cambios que resultaría desnaturalizado en exceso; rehúyo esa tentación y reproduzco aquí el texto tal cual fue escrito en su momento [salvo alguna corrección ortográfica, en su caso]. También he cambiado el título original a favor del que encabeza esta publicación en la web. Sirvan estas explicaciones para que el escrito sea juzgado (en lo posible) con más benevolencia.

Sobre las ilustraciones: Se incluyen las que eran originales al artículo (Nº 1 al 5). Reproducidas a partir de copia escaneada, el material con que cuento es de mala calidad, se ha tratado de mejorar con programa de edición de fotos.
Para suplir en algún grado esa carencia, incorporo algunas otras imágenes: de los cuadros de Israel León, buscados en la web (Nº 6 – 9), o aportados por R.A. en 2020 (Nº 10 – 13).

La fachada de la casa tradicional cubana fue transitando desde la modesta concepción del bohío hasta la lujosa mansión señorial del siglo XIX, donde ya, además de la introducción de nuevos elementos sobre todo decorativos, se concibe como una obra para ser admirada desde varios puntos de vista, se le añade un portal corrido, sobre todo en las casas-quinta y en las edificaciones de recreo para el esparcimiento de la burguesía. Esta nueva concepción en nuestro país advierte un disfrute complementario de la vivienda que permite vincularla más con el exterior. Si en los siglos anteriores se construía de acuerdo con el espacio disponible en la compacta cuadrícula de manzana, y a la calle asomaba solo un lado de la edificación, es lógico que primara la decoración de la fachada. En las casas de esquina se adosaron balcones y corredizos que adelantaban la rígida volumetría de la edificación; pero en general la mansión cubana no demostró interés demasiado arraigado en la decoración de la fachada con elementos que no fueran propiamente arquitectónicos. Este añadido vino después cuando comienza la penetración de ideas que eran otras respecto a las de la metrópoli, y comienza esta isla a agitarse bajo otras influencias.

El período ecléctico por una parte retomó la tradición de la casa sujeta a cuadrícula y por otra desarrolló la de la obra única concebida para ser admirada, con jardines y distintas influencias ya determinadas; una, costeada por la burguesía económicamente sólida, otra, asimilada por la pequeña-mediana burguesía, en las zonas de nuevo crecimiento, que arraigaron en gran parte de la población ese concepto arquitectónico que se moldeó en pasta de cemento, con el cual se podían prefabricar algunas piezas, como cornisas, pretiles, balaustradas, y toda una diversidad de elementos producidos al por mayor, que conformaron una gran parte de los centros de pequeños pueblos que tuvieron en este período inicial de la República su máximo desarrollo y que todavía podemos apreciar al recorrer la carretera Central. Durante los siglos pasados y los inicios de este[i] la imagen de la ciudad no perdió la homogeneidad; lograda con la asimilación evolutiva de un mismo modo de construir al que, de la racionalidad primera, se le fue añadiendo más sin perder sus cualidades esenciales.

Aunque no podemos soslayar que durante este período de efervescencia se crearon algunas obras notables y hubo válidos aportes, debemos también reconocer que, al copiar, falsear, adulterar, masificar para hacer asequibles a todos los estratos sociales (obteniéndose así todo un surtido de estatuas, capiteles, frisos, rejas, etc.), se obtiene un resultado típicamente kitsch: una arquitectura que se regodea con el mal gusto. La ciudad de los años 50 transforma su fisonomía cuando la burguesía abandona la ciudad deteriorada en busca de nuevos espacios donde construir su nuevo ambiente. Estas viviendas son fieles a su técnica constructiva, la del hormigón armado, que implica nuevas formas: aleros, placas voladas, ventanas corridas; herencias directas del Racionalismo primero y del Brutalismo después, serán fácilmente asimilables por la clase burguesa, que se afilia al movimiento moderno y demuestra su poderío, individualidad, buen gusto, con sus exclusivas residencias, a las cuales (sistema publicitario bien urdido por medio) aspiran las clases más bajas, llamadas por el consumismo burgués a soñar con la vivienda aislada con jardín. Son estas nuevas casas que alteran la ciudad tradicional, empero, tan identificadas con su técnica constructiva propia, y tan representativas de sus propietarios, como lo habían sido las que las antecedieron hasta el momento.

1- El modelo implantado en la década de los cincuenta y que sigue siendo ahora (inexplicablemente) fuente de inspiración para muchos que emprenden la construcción de su vivienda. Municipio Playa, La Habana.

***

Luego del Triunfo Revolucionario, el problema de la vivienda se ha asumido en Cuba desde perspectivas muy diferentes, con la construcción de viviendas prefabricadas que constituyen una solución a las apremiantes necesidades de la población, si bien no satisfacen las aspiraciones estéticas de la misma, que difícilmente está condicionada para asimilar los códigos más modernos, y es aún menos capaz cuando estos códigos se esfuman en el anonimato de los bloques repetidos sin apenas ninguna variación. Como una segunda alternativa se ofrece la vivienda construida por autoesfuerzo.

La vivienda construida con medios propios tropieza con la problemática del modelo a seguir. En cuanto a las técnicas constructivas, las tradicionales son casi unánimemente rechazadas: se aspira a la placa de hormigón como modelo de confort y se utilizan los códigos de la década del 50, prevaleciendo la imitación (por demás infeliz) sobre todos los otros criterios. No existe una conjunción entre la aspiración del que construye y los medios con que cuenta para construir. Las construcciones son ejecutadas en muchos casos con mano de obra no calificada y la contradicción termina con las aspiraciones del fabricante, originando un mayor deterioro ambiental, desvalorización del entorno, empobrecimiento de la ciudad.

2- Lo pintoresco de la imaginación popular, que alcanza en esta empresa resultados sorprendentes. Colón (Matanzas).
3- Un mejor diseño estructural habría prescindido de ese apoyo intermedio (indesable) para la escalera. Colon (Matanzas).

Se pierde la correspondencia con el sistema estructural, todo en la persecución de la imagen que habrán de dar las columnas de formas caprichosas, letriformes en muchos casos, que asumen la función identificadora, aun en perjuicio de su función primordial, y cuya ejecución en no pocas ocasiones concluye dejando la estructura en precarias condiciones, que pronto serán ocultadas con todos los enchapes, revoques, aplicaciones, que conformarán el pintoresco (en el mejor de los casos) resultado final. No se piense por ello que siempre se economiza. Antes que ello, el desconocimiento de las posibilidades del hormigón armado, la carencia de la metodología de proyecto, se traducen en una estructura antieconómica, que desaprovecha las ventajas del sistema, y que delata la carencia de un profesional (cuando en efecto no lo hay), y en los casos en que sí lo hay queda patente la ausencia de una ética profesional, que de existir sería intransigente ante la mercantilización de productos tan bajos técnica y artísticamente.

Contribuye a este empobrecimiento la falta de información y difusión de experiencias válidas, incluso de las que existen en el universo socialista. Algunas de nuestras publicaciones, al ocuparse del tema, son hasta contraproducentes, por la insistencia en patrones estéticos ya superados, doblemente fuera de contexto: por nuestra situación geográfica y político-social, aunque como veremos más adelante no son las únicas causantes de que a nuestro alrededor el común denominador de todas estas construcciones sea el kitsch como imitación de la imitación, la trasposición de lo traspuesto.

4- En este ejemplo: un nivel más digno y limpio en su ejecución; no pretende ir más allá de las posibilidades reales. Colón (Matanzas).
5- Todo puesto en función del objetivo de expresión personal y diferenciada. La columna como elemento central de toda la arquitectura. Colón (Matanzas).

Si nos proponemos ser honestos con nosotros mismos debemos admitir dos puntos; uno: aplicamos la palabra KITSCH como común denominador a las fachadas de estas viviendas; dos: una vez clasificadas así llegamos a la tentación de condenarlas a priori. ¿Hasta dónde llega la autoridad del diseñador (o crítico) y hasta dónde la del individuo que construye su casa con autoesfuerzo? En la mayoría de los casos, el hombre que decora su casa de este modo no aplica cualquier sistema formal, sino aquel que satisface su gusto, gusto que él (aparte de cualquier especulación teórica del esteta) considera indiscutible.

Para nuestro análisis debemos separar las zonas de la ciudad donde estas construcciones se convierten en agresores directos del entorno, y aquellas otras donde estas construcciones no pueden ser rechazadas de plano; porque no se puede esgrimir peligro de contaminación de los cascos históricos.

Así pues, sería muy ingenuo suponer que el kitsch es una última opción ante la imposibilidad, debida a las obvias limitaciones técnico-económicas, de elegir otros patrones, sino que corresponde a la mentalidad kitsch, condicionada por el ambiente general en que se mueve nuestro sujeto. Esto nos obliga a cuestionar nuestra condena.

Precisemos a qué casa nos referimos en nuestro trabajo. Existe una primera construcción, constituida por la disposición de habitaciones que se necesitan estrictamente por las ocupantes, utilizando el archiconsabido sistema de planta, y que origina la expresión exterior de la casa, sumamente anodina, sin pretensiones formales algunas. Es una casa de concepción totalmente funcionalista, sin entenderse por ello que en la práctica funcione bien. Una segunda variante, que se encuentra muy cercana a esta, es a la que se llega cuando a la misma vivienda se le adicionan en su fachada los detalles identificadores que delatan la intención de solucionar algo más que la mera necesidad funcional. Aquí comienza a florecer el kitsch en todas sus escalas, desde la ingenua y tímida expresión en la columna de las formas que permearon el gusto popular forjado en los años de la cultura de masas, hasta la impúdica eclosión de todas las viejas aspiraciones de una clase oprimida por alcanzar el status de sus opresores, aspiraciones estas astutamente ocultas en el subconsciente de este ciudadano que no advierte como, al desenfrenarse su pasión decorativa, desborda sus mismos marcos para conformar una vivienda que ya obviando todos los prejuicios insiste en recrear las viejas y estereotipadas residencias, y obtiene, consecuentemente, la vacuidad, el anacronismo, y el mal gusto a ultranza del kitsch en su más paupérrimo registro.

Según un enfoque sociológico, el kitsch es inherente a la sociedad capitalista que lo origina, y subsiste en el socialismo como una reliquia indeseable de un pasado no del todo superado. Hasta aquí, sería consecuente suponer que una de las tareas a desarrollar en una sociedad que construye el hombre nuevo es la erradicación definitiva de este espectro. Pero desde un punto de vista antropológico, el kitsch está potencialmente en cada actitud humana.

El destacado esteta búlgaro Iván Slávov, aunque se propone rechazar la tesis de que todos los fenómenos negativos que existen en el socialismo son supervivencia del pasado, una vez que se ocupa de desentrañar la fuerte persistencia de este en la sociedad socialista, atribuye la misma a las diferencias entre ideología y mentalidad, entre idea de un modo de vida verdaderamente socialista y la realización unilateral o deformada de esa idea. Slávov retoma la historia del momento en que la clase obrera triunfante carecía de un arte propio, pero también de la capacidad (gusto) para discernir el verdadero arte de aquello que, bajo las más disímiles banderas, ha intentado escalar hasta regiones donde nunca habría llegado de no contar con la ferviente aprobación del kitsch-man. El kitsch que encontró el socialismo se refugió, para vivir en él, en la dualidad originada por el hombre en el que conviven concepciones marxistas y actitudes, consumistas, burguesas. Siempre regresamos al mismo punto; por caminos más o menos ambiguos se llega a encontrar la justificación para matar al kitsch. Este es solo uno de los puntos de vistas.

La otra actitud consiste en la neutralización del kitsch a través de su reelaboración artística; lo cual se ha hecho con éxito en la literatura, el cine, la plástica.

En nuestro país, según reconoce Eva Sperling Cockcfrot (quien se ha dedicado a escribir acerca del arte de nuestros pueblos), a diferencia de la Alemania Nazi, donde el kitsch fue promovido a la categoría de arte oficial, luego que la vanguardia fuera proscrita, el gobierno ha aspirado siempre a elevar la capacidad de apreciación artística y el nivel del gusto de las masas. Esto es una ardua tarea, porque se trata de superar concepciones que son reforzadas por toda una serie de instituciones y organismos de una gran ascendencia en el público, que no obstante tener en sí los medios, oportunidades, el deber de apoyar la política cultural del Estado, y de fomentar, estimular, y propagar lo más avanzado del arte actual, despojarse de lo facilista, acuden precisamente a esto como una solución estética; desafortunadamente y lógicamente kitsch; motivada en algunos casos, pero no en todos, por desconocimiento.

La televisión, las vidrieras[ii] de los comercios, algunas publicaciones (precisamente las de más influencia en los jóvenes y las mujeres), los Palacios de Matrimonios, algunas edificaciones estatales, todo un cúmulo de artículos detrás de los cuales debió existir (ignoramos si lo hubo) un diseño industrial, alguna literatura y propaganda, se confabulan para arraigar la mentalidad kitsch.

Encontramos intentos serios de contrarrestar esta avalancha; e. g. el Instituto de la Demanda Interna, acercamiento al fenómeno de la moda, la magnífica experiencia de Telarte, pero no son suficientes para enfrentarse a todo lo anteriormente mencionado.

Los recursos para hacer Arquitectura no son comparables con los que necesitan en las otras producciones artísticas. Esto es una de las razones, pero no la única, que origina que la misma haya quedado a la zaga de otras manifestaciones puramente artísticas. Ha descendido a su nivel técnico, sin promoverse una cultura arquitectónica. Ha sido subvalorada a nivel popular, no existiendo una visión arquitectónica en publicaciones o espacios populares. No puede competir con otras disciplinas (pintura, escultura, cine, ballet) en las cuales Cuba se presenta más que dignamente en cualquier foro internacional.

Es interesante, en contraposición, analizar como nuestros artistas de la plástica han sido capaces de utilizar toda la experiencia kitsch en que está sumergido nuestro ciudadano promedio como una vía de acceso para la comprensión de su arte. Podemos pensar, por ejemplo, en Mario García (Mayito), con sus trabajos fotográficos, en Flavio Garciandía, Rubén Torres Llorca, Leandro Soto, Israel León. Flavio ha encontrado un modo de recoger las formas preferidas por el gusto popular (cisnes, formas malas), cercanas al ciudadano común, para sus instalaciones y shapped canvases; con lo cual lo puede reconducir a la plena comprensión de su mensaje artístico. Flavio también ha dejado al descubierto el horror al vacío tan común entre nosotros, en su instalación donde recubre todos los muros de la galería con formas malas, tanto figurativas como abstractas. Un resultado muy distinto al obtenido en la arquitectura popular, con la inclusión de fragmentos aislados de obras representativas, es el obtenido por Consuelo Castañeda, quien en algunas de sus obras (Botticelli y los tiburones, ¿Quién le presta las manos a la Venus de Milo?) recupera algunos de los mitos consagrados del gran arte, tan ultrajados por la cultura de masas y el Pop Art, y los reintegra mediante su reelaboración a ese gran arte, aunque con lecturas ya diferentes de las primigenias. Un artista de la región[iii]: Israel León, trabajó precisamente con el repertorio de nuestra arquitectura popular contemporánea, para realizar ocho grandes lienzos cuya posición correcta es (nada casual), en forma de rombo, y en los cuales juega con todo el surtido de texturas presente en estas fachadas: los falsos enchapes de piedra, las incrustaciones de azulejos, los distintos tipos de revoques, así como los sorprendentes revoques que encontramos en ella, con lo cual el kitsch pasa nuevamente, de ser resultado final, a ser un medio para la consecución de nuestro objetivo.


¿Por qué no podría la arquitectura nutrirse de las experiencias válidas llevadas a cabo en otros de nuestros campos de elaboración formal para superar su actual ostracismo? Es ya indiscutible que de este kitsch de filiación popular (que es precisamente el que encontramos en estas viviendas), a diferencia del kitsch de carácter tecnocrático, es posible extraer un mundo de cosas, que tiene posibilidades de ser rescatado. Este kitsch puede ser neutralizado a través de su reelaboración artística.

Por otra parte, contrapuesto al criterio de que “hay que darle a la población lo que pide”, se hallan los de Krestio Yoranov: “El gusto es derecho de una persona y no se le puede obligar a renunciar a él; pero existe también el derecho de convencer a los otros de que existe un gusto más perfecto y legítimo.”

Bibliografía:

  • Catálogo exposición Cinco jóvenes artistas plásticos de Santa Clara: Edelso Machado, Lorenzo Veloz, Israel León, Luis Mora y Tomás Rodríguez. Santa Clara. 1982.Edita Unidad Presupuestada de Cultura, V.C. Texto de José Luis Rodríguez de Armas.
  • DORFLES, GILLO. (1972). Naturaleza y Artificio. Barcelona, España: Editorial Lumen.
  • DORFLES, GILLO. (1973). El Kitsch, antología del mal gusto. Barcelona, España: Editorial Lumen.
  • RODRÍGUEZ DE ARMAS, JOSÉ LUIS. (1982). La cualidad de la mirada. Entrevista a Flavio Garciandía. Contacto, No. 2.
  • SEGRE, Roberto. (1986). Una arquitectura de apetencias insatisfechas. La Habana, Cuba: Ediciones Caimán.
  • SLÁVOV, IVÁN. (1982). El kitsch en el socialismo. Criterios. No. 2, pp. 89-106.
  • TABOADA, ANGEL. (1982). Para matar el kitsch. Conversación exclusiva con Iván Slávov, esteta, crítico e investigador búlgaro. El Caimán Barbudo. No. 174.

[i] Nota a la presente reedición: se refiere al s. XX, teniendo en cuenta la fecha de redacción del artículo.

[ii] Nota a la presente reedición: vidriera es una acepción del término, la que se usa en Cuba para designar al escaparate de los comercios.

[iii] Nota a la presente reedición: se refiere a la Región Central de la isla; el artículo fue escrito en Santa Clara, Cuba.

Anexo gráfico ampliado – año 2020.

10- ¿Por qué esa fijación con las formas filo-romboidales? [es pregunta que siempre nos hemos hecho J. y O. sin encontrar respuesta]. Santa Clara (Villa Clara). Año 2020.

11-13- Sin comentarios. Santa Clara (Villa Clara). Año 2020.

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